El presidente Danilo Medina, en su discurso del 27 de febrero pasado, alcanzó la cima de aceptación y despertó el nacionalismo con su actitud frente al contrato con la minera canadiense Barrick Gold y su voluntad política de defender intereses del pueblo. Sólo falta que se pase de palabras a hechos.
Fue su mejor alocución como mandatario con apenas seis meses de ejercicio, su estilo y gestión son diferentes, tocó temas fundamentales como educación, seguridad ciudadana y electricidad, entre otros, con énfasis en su orientación hacia sectores vulnerables y desfavorecidos.
La parte final del discurso opacó el resto y se recordará por enfrentar a Barrick Gold ante lesivas condiciones del contrato para explotar el oro de Cotuí, con voluntad de estadista en sintonía con la mayoría y apoyado por adherentes y opositores que elogian su disposición.
Medina apeló al nacionalismo, generó sentimiento de unidad y solidaridad, habló con firmeza, decisión, liderazgo, altura, respeto y autonomía como jefe de Estado aferrado a soberanía y derecho internacional para impedir la desigual relación de negocios con el inversionista foráneo.
El mandatario expresó llana y profundamente, sólidos argumentos y múltiples referentes mundiales recientes de inversores extranjeros en otros países, para justificar la inminente renegociación por desventajas tan leoninas e inaceptables como recibir sólo 3 dólares de cada 100 generado por la mina.
La Barrick Gold tendrá que aceptar la revisión del contrato, como se hizo en 2005 para favorecerle, porque las condiciones del mercado han cambiado y un pacto como tal puede modificarse con el consentimiento de las partes, en buen derecho, sin perjuicio de la seguridad jurídica.
Al despertar el nacionalismo, Medina expresó lo que el pueblo quiere oír y elevó al infinito la aceptación de su joven gestión que comienza a evidenciar puede superar y borrar la imagen mediática de la anterior.